Sobre el artículo “Crónicas marxianas: el regreso con gloria de los clásicos” (La Nación, 13/04/2014)
Cuando el
domingo 13 de abril La Nación publicó el artículo de Nicolás Campanario titulado
“Crónicas marxianas: el regreso con gloria de los clásicos” (puede verse en http://www.lanacion.com.ar/1680454-cronicas-marxianas-el-regreso-con-gloria-de-los-clasicos),
invité a los docentes de la cátedra a redactar una nota breve comentándolo,
haciendo referencia al programa general de la materia. Las cuatro notas que siguen a estas líneas
mías son las contribuciones recibidas de Alejandro Fiorito, Norberto Flexer,
Luis Messina y Jimena Segura. Como suele
decirse en estos casos, el contenido es responsabilidad de cada uno de los
firmantes, a quienes agradezco que se hayan hecho tiempo para sumar a sus
tareas la respuesta a mi pedido.
El
renovado interés por los estudios marxistas que se refleja en el artículo de La
Nación es en sí mismo un testimonio de que el capitalismo ha entrado en una
fase en la cual se multiplican las evidencias de que ya no aporta a la
humanidad soluciones sino problemas, que es incapaz para resolver la miseria
social en el medio de la abundancia, que destruye el medio natural y social y
que como dice Engels en el Anti-Dührign “se hace imposible a sí mismo”.
El artículo de
Campanario me trajo a la memoria otro artículo, publicado en octubre de 1997 en
la revista norteamericana The New Yorker,
titulado “El regreso de Karl Marx”[1].
El autor de ese artículo, se había
puesto a estudiar a Marx cuando un economista amigo que trabajaba en una
importante firma financiera de Wall Street le había confesado: “Cuanto más tiempo paso en Wall Street, más
convencido estoy de que Marx tenía razón”, agregando que “Estoy absolutamente
convencido de que la aproximación de Marx es el mejor camino para observar el
capitalismo”. Y como consecuencia de esas lecturas, había surgido el artículo
en The New Yorker, en el que este economista, quien al igual que su amigo
estaba formado en la academia antimarxista que domina las universidades en todo
el mundo, reconocía que los libros de Marx “serán dignos de leerse mientras
dure el capitalismo”.
Lo
que ambos artículos tienen en común es que son publicados en medios hostiles al
marxismo y que a su manera plantean la cuestión de que la teoría dominante en
las facultades de economía de las universidades de todo el mundo son impotentes
a la hora de explicar los principales problemas de la sociedad capitalista. Y no pueden explicarlos porque para hacerlo
es indispensable reconocer el carácter histórico y perecedero de la sociedad
capitalista, admisión que resulta imposible para quien esté comprometido con la
defensa del orden social vigente, es decir, con los intereses del capital.
El
programa de esta materia, que a partir de bibliografía de Marx y de importantes
divulgadores de su pensamiento explica las leyes básicas del funcionamiento de
la sociedad capitalista, pretende ser una modesta contribución a la comprensión
de los problemas de la sociedad contemporánea y de cuáles son las fuerzas
sociales capaces de reorganizarla.
Graciela Molle
Comentario
de Alejandro Fiorito
Existen
en la teoría económica dos cuerpos teóricos centrales básicos con las que los
economistas pueden pensar la realidad:
1-Una
posición mayoritaria que predomina y adocena en los manuales de economía, llamada
neoclásica o marginalista, que se basa en el principio de la sustitución
factorial, aumento de demanda relativa del factor más barato (trabajo, capital
y tierra) y en la flexibilidad de precios, que suben o bajan por exceso de
demanda o de oferta (salarios, ganancias y rentas). Según esto, se postula una
tendencia del capitalismo hacia el pleno empleo de recursos, y que por ende, no
podrían existir ni el desempleo estructural ni la subutilización de recursos
persistentes. Una suficiente caída de salarios y de tasas de interés, según
esta visión, lograría la total ocupación de los factores logrando ventas
rentables con una adecuada demanda monetaria final proveniente del ahorro, este
último fruto de la diferencia entre el producto potencial y el efectivo. (con
el primero determinando al segundo). Precios, cantidades, salarios y ganancias,
se determinan simultánea y endógenamente en un sistema de equilibrio general
gobernado por curvas de oferta y demanda de “buen comportamiento”.
2-Otra
minoritaria, la economía clásica definida por Marx y más recientemente por
Sraffa, que se vino desarrollando entre 1670 y 1820 aproximadamente, y que se
articula desde el principio del excedente, determinado éste en base al conjunto
de técnicas utilizadas y las fuerzas económicas y sociales que determinan un
nivel mínimo histórico de subsistencia de los salarios reales. La remuneración
de los factores de producción tiene así sus límites materiales objetivos. Las
variables distributivas y las técnicas utilizadas determinan costos objetivos
de producción de los bienes producidos. Dichos costos regulan en libre
competencia la tendencia de sus precios relativos de los bienes producidos.
Según esto, no hay ninguna necesidad y/o tendencia al pleno empleo de los
recursos en el capitalismo, que sólo en situaciones históricas muy especiales
(segunda guerra mundial) y no persistentemente puede de casualidad acercase a
ello. A diferencia de la visión dominante, los precios se determinan por estos
costos, y las cantidades producidas se explican separadamente de la
determinación de precios, y se determinan por su realización en el mercado o
demanda efectiva en el largo plazo.
Sabiendo
esto, no es muy sorprendente que la teoría clásica de los precios y la
distribución o economía política, como la denominó Marx, sea recursivamente en época
de crisis llamada a destacar en la explicación y comprensión más coherente y
pertinente de la economía, como la nota de marras sugiere.
Desde
esta cátedra, se intenta ofrecer este segundo enfoque como reemplazo general de
la visión dominante vulgar marginalista.
Alejandro Fiorito
Comentario de Norberto Flexer
Cinco
comentarios
1.- Antes incluso que sus escritos
alcanzaran la enorme difusión que tuvieron ya en vida de Marx, la burguesía y
las clases dominantes del mundo capitalista, en especial sus escribas
´economistas´ de la Universidad y/o la academia, intentaron descalificar sus
ideas; primero mientras vivió, luego mucho más. Nos referimos, claro está, a
ese plexo teórico que cuestionó en términos científicos la sociedad basada en
la propiedad privada del capital, describió su carácter caótico-anárquico y la
tendencia a la disolución de la ley del valor. Ni hablar de sus textos
políticos y de su acción como fundador, junto a Federico Engels, de la Primera
Internacional (la organización socialista dirigida a aunar la acción del
proletariado mundial y sus partidos).
Partiendo de los economistas
clásicos, Marx desarrolla y demuestra que –lejos de la mistificación que éstos
imaginaron acerca de “la riqueza de las naciones” y la “mano invisible”
prodigiosa de las leyes del capital y la ganancia– la ´ley madre´ del valor
trabajo que Adam Smith y David Ricardo habían puesto en el centro de la llamada
“economía política”, sin embargo, no conduciría al ´bienestar´ y el
´equilibrio´ general. Claro que Marx reconoció el carácter “revolucionario” de
la acción del capital frente a las viejas formas de producción, en particular
frente al feudalismo aún reinante en la mayor parte de Europa. Pero lejos de
idealizarlo, demostró frente a aquel pronóstico idílico, que el capital
desenvolvería no la generalización universal de la riqueza sino algo muy
diferente: la polarización de la riqueza en una clase (la capitalista),
mientras la miseria social reinaría en el otro polo, el de la clase obrera
asalariada. Incluidos aquí aquéllos que en su momento llamó “ejército
industrial de reserva”, hoy estimado –a nivel mundial– en más de mil millones
de seres humanos. ´Ejército´ que a diferencia de la época de Marx reúne a una
masa enorme de explotados que ni siquiera jamás alcanzarán la condición de
asalariados –los (mal) llamados “excluídos del sistema” que nunca serán
“consumidores” ya que ni derecho al trabajo extractor de plusvalor se les
reconoce.
El pronóstico de Marx resulta
genial no solo por su actualidad. Mucho más importante aún, Marx demostró
tempranamente que, en último término, a la hora de la senilidad del régimen de
producción capitalista (como lo expresa agudamente el fenómeno que acabamos de
describir), éste marcharía a la putrefacción y el colapso. La supuesta
´perennidad´ de las leyes del capital, presentes muy claramente, en particular,
en las formulaciones de Adam Smith; Marx destacó eran/son totalmente
infundadas. Marx puso así sobre sus pies al mundo moderno.
Cuando periodistas de calificados
medios capitalistas refieren al “regreso con gloria” de las “crónicas marxianas”,
con todo derecho festejamos. ¿Acaso la ironía sobre las de Ray Bradbury –aunque
el autor no se lo proponga– no caen como anillo al dedo a los ´marcianos´ que
defienden con uñas y dientes al régimen del capital, ya sean ´monetaristas´ o
´keynesianos´; Chicago boys o Kicillof-camporistas?
2.- Como ya se dijo, cuando la sociedad
capitalista apenas alcanzaba su madurez, Marx ya vislumbraba su cercana vejez.
Cuando Marx desarrolló sus ideas lejos estábamos aún de la época imperialista.
Sin embargo, de la lectura de los datos de la propia realidad de su época (en
los propios medios del capital; Marx cita profusamente sus fuentes) es que Marx
y Engels llegan a sus conclusiones. El pronóstico certero de Marx no salió de
´perinola´, del mismo modo que el reconocimiento del periodista de La Nación tampoco es tal cosa (hoy
abundan los pronósticos ´catastróficos´ en los medios capitalistas más serios).
La crisis terminal de un régimen social se verifica siempre cuando los propios
defensores de éste lo reconocen (a su manera, claro está). Hoy en 2014, a 100
años del inicio de la Primer Guerra Mundial (síntoma si los hubo de que la
sociedad capitalista había ingresado a una agónica etapa senil); a 75 del
inicio de la Segunda Guerra Mundial (la mayor ´carnicería´ de la historia en la
era de la mayor ´civilización´ humana) y a 25 de la caída del Muro de Berlín
que, oh paradoja, el capital festejó como el ´derrumbe´ final de las ideas de
Marx; hoy se hace más claro que nunca que sólo ´volviendo a Marx´ es que puede comprenderse
también ese derrumbe (¡el del totalitarismo stalinista –negación absoluta de
las ideas de Marx–, que ´coexistió pacíficamente´ con el capitalista que le dio
vida!), sino el presente pandemónium de la mayor crisis capitalista de la
historia que padecemos.
Pocos días atrás el presidente
del Banco Mundial demostró a su modo la vigencia del ´viejo´ Marx: “para acabar
con la pobreza extrema (adviértase que refiere sólo a la “extrema”) se
necesitaría que un millón de personas la abandonaran cada semana durante
dieciséis años”; es decir, olvídense de que se pueda lograr … bajo el
capitalismo (Jim Yong Kim, en La Nación,
11/4).
3.- La vigencia de Marx, y
contradictoriamente sus ´interpretaciones´ a veces tan encontradas, sólo pueden
explicarse a partir del propio método de Marx. Es que el marxismo no es una
ciencia ´pura´, no es una ´ciencia social´ como suele decirse; o más
sencillamente una ´sociología´ de nuestra época histórica. Marx interpela al
mundo que explica para ´sublevarlo´; es decir, pone de relieve que la crisis
propia de la sociedad capitalista está originada en factores históricos que
trascienden la superficie de la explotación del trabajo asalariado. El sentido
de la famosa frase “la emancipación de los trabajadores será obra de los propios
trabajadores” significa que, como ninguna otra sociedad del pasado (que da todo
lo que puede dar de sí y luego da paso a otra; todo lo cual se asienta en la
contradicción fundamental entre fuerzas productivas y relaciones de
producción), la del capital requiere de un ´sepulturero conciente´, de la
revolución social como una acción colectiva, planificada. El materialismo
(dialéctico) de Marx apunta a resolver esta cuestión crucial. El marxismo no es
un cuerpo de ideas inerte, jamás podría ser eso. Vive sobre todo en aquellos
que encarnan más consecuentemente la lucha por la independencia política de los
trabajadores.
4.- Que las ideas de Marx hayan dado lugar
seguramente a más controversias que las de cualquier otra teoría social
contemporánea prueba, entre otras cosas, que éstas gozan no sólo de vitalidad,
sino –permítasenos decirlo de este modo que seguramente recibirá alguna crítica
feminista– de una virilidad sin par. Todo lo cual no puede negar esto otro: el
capital (¡y el stalinismo!) combatió, en diferentes momentos históricos
(relativamente recientes) a los pensadores y a los militantes de los partidos
marxistas con una ferocidad comparable sólo a de la Inquisición (muy
particularmente a los trotskistas). Por esto, lo anterior viene con ´dosis´
recurrentes de cierta conducta ´benigna´: esto es, cierta ´apertura´ a aquello
´positivo´ de Marx (como si éste pudiera ser diseccionado); se engendran
´híbridos´ del tipo de una conjunción Keynes-Marx (ahí reviste el ´soviético´
Kicillof que ahora conduce la economía nacional), etc. A la inversa, como no
podría ser de otro modo, sobre los seguidores de Marx han pesado y pesan las
presiones de la sociedad capitalista circundante: no sólo sesudos teóricos como
Kautsky (por citar sólo a uno muy destacado, que se utiliza en la bibliografía
de esta cátedra) hasta destacados dirigentes de organizaciones obreras y
socialistas; ya sea en una función u otra: muchos de ellos o se colocaron y
pusieron a sus organizaciones en el terreno de la defensa del orden burgués; o
lisa y llanamente terminaron predicando lo contrario (la historia de los
últimos 120 años del capitalismo abunda en este tipo de gente). El capital
siempre ha contribuido a forjar este tipo de filisteismo.
5.- De todo lo anterior se pueden
desprender muchas conclusiones. A la luz del texto del periodista de La Nación, nos interesa destacar dos:
a) bien vale el reconocimiento del economista Matías
Vernengo, citado en el artículo, acerca de que “es injusto asociar las ideas de
Marx al fracaso en la Unión Soviética”, pero es enteramente falso este otro
planteamiento del mismo autor: “muchas de sus propuestas (las de Marx) en el
Manifiesto Comunista hoy son políticas bien establecidas en las sociedades más
civilizadas”. Se trata de un groso
error conceptual: que en dichas “sociedades” (los países más desarrollados,
especialmente los imperialistas) se hayan consagrado ciertos derechos sociales
no significa de ninguna manera que en esos países se aplican los principios de
Marx. A la inversa, son esos países los que gozan de los ´privilegios´ de la
mayor explotación capitalista, a escala de sus propios países, y sobre todo, de
la explotación imperialista que les permite tirar ciertas migajas del plusvalor
extraído en los hoy llamados tercero
y cuarto mundo a sus connacionales
explotados. Más aún, si bien podría decirse que hay, en algunos de ellos,
cierta ´equidad social´ (lo cual siempre bajo el capitalismo esto es una
entelequia porque los índices de PBI, consumo per cápita y otros similares son
… promedios); las propias estadísticas de estos países revelan que en ellos
existen diferencias clasistas abismales (los EE.UU. son el país con más
magnates y más desigual del planeta). En este mismo sentido, corresponde hacer
otra precisión, para terminar con cualquier malentendido: es imposible
amalgamar al famoso Lord Keynes con Marx. No hay entre ambos un solo punto de
contacto: Keynes era un representante del capital y se destacó por buscar una
vía de salvataje del orden burgués en una de sus peores encrucijadas históricas
(toda su teoría y su práctica gubernamental en Inglaterra, apuntó en ese
sentido). Marx fue, sobre todo, un organizador de la lucha de clases de los
trabajadores para acabar con la sociedad del capital.
b) ligado a esto último nunca hay que olvidar aquello que,
parafraseando el título de la obra más difundida de Rosa de Luxemburgo (otra
calificada autora de nuestra bibliografía), podría formularse así: las
“reformas” no cambiarán el mundo, sólo la “revolución” podrá hacerlo. No hay
posibilidad de hacer de las ´reivindicaciones sociales´ una ´política de
Estado´. Primero hay que cambiar el carácter de clase del Estado, es decir, hay
que hacer la revolución social, expulsar y aplastar a la burguesía y las clases
explotadas deben apropiarse del Estado. Todos los procesos históricos
relativamente importantes, encabezados por las llamadas ´burguesías nacionales´
relativamente antiimperialistas, en América Latina en particular, concluyeron
en un completo fracaso (desde la extraordinaria revolución mexicana de 1910-20;
pasando por el aprismo en Perú, el varguismo en Brasil, el peronismo en
Argentina (1943/55) y más recientemente el chavismo en Venezuela, todos ellos
terminan facilitando una reconstrucción/renovación del tejido de la explotación
capitalista-imperialista más rancia.
Como dijera también la última marxista citada (¡un siglo
atrás y cuánta verdad encerró la predicción!) la sociedad humana enfrenta hace
tiempo esta disyuntiva: “socialismo o barbarie”.
Norberto Flexer
Comentario de Luis Messina
Marx y Engels produjeron una auténtica revolución
copernicana en las humanidades y las ciencias sociales: luego de ellos, y
aunque sea difícil separar su obra, podemos decir que después de Marx, ni las
humanidades ni las ciencias sociales volverían a ser las de antes. La amplitud
enciclopédica de sus conocimientos, la profundidad de su mirada, su empecinada
búsqueda de las evidencias que confirmaran sus teorías hicieron que Marx,
tantas veces dadas por muertas sus teorías y su legado filosófico, sea más actual
que nunca. El mundo de hoy se parece de
manera sorprendente a lo que él y Engels pronosticaron. Este sórdido mundo de
oligopolios rapaces y predatorios, de guerras de conquista, degradación de la
naturaleza y saqueo de los bienes comunes, de desintegración social, de
sociedades polarizadas y de naciones separadas por abismos de riqueza, poder y
tecnología, de plutocracias travestidas para aparentar ser democracias, de
uniformización cultural, es el mundo que anticipara en todos sus escritos. Por
eso son muchos quienes ya, en los capitalismos desarrollados, se preguntan si
el siglo veintiuno no será el siglo de Marx.
En el año 2000 un
grupo de estudiantes de economía en la Universidad de París inició una protesta por el
contenido del programa docente que estaba vigente en la carrera. El alumnado se
quejó de la imposición de un enfoque unidimensional basado en un sólo conjunto
de teorías y la exclusión de cualquier visión alternativa.
El movimiento recibió más atención después de la crisis en 2008. Sin embargo, a pesar del descrédito en el que cayó la teoría dominante, los planes de estudio en las escuelas de economía siguen siendo esencialmente los mismos que existían antes de 2007. Esos planes están organizados alrededor de un paradigma de investigación en el que, domina la ideología sobre la ciencia. Por eso no es exagerado afirmar que los estudiantes son lobotomizados para que asimilen una forma de ver el mundo en lugar de proporcionales herramientas para acercarse al conocimiento y la práctica científica. Los alumnos rebeldes tienen razón: esa forma de pensar empobrece al despreciar cualquier visión alternativa y rechazar todo cuestionamiento.
Hoy la revuelta de los estudiantes de economía se propaga. Los alumnos en la Universidad de Manchester, Inglaterra, han constituido una sociedad de economía post-derrumbe y a través de ella presionan para transformar el programa docente y enriquecerlo con visiones e interpretaciones alternativas. Han recibido miles de adhesiones y el ejemplo ha cundido: los estudiantes de Sheffield y Cambridge buscan activamente influir en el diseño del programa docente para introducir cambios. Hasta los estudiantes en algunas universidades en Estados Unidos han demostrado su descontento (véase la protesta contra el curso de Mankiw en la Universidad Harvard), aunque siguen siendo una minoría y su impacto es imperceptible.
El movimiento recibió más atención después de la crisis en 2008. Sin embargo, a pesar del descrédito en el que cayó la teoría dominante, los planes de estudio en las escuelas de economía siguen siendo esencialmente los mismos que existían antes de 2007. Esos planes están organizados alrededor de un paradigma de investigación en el que, domina la ideología sobre la ciencia. Por eso no es exagerado afirmar que los estudiantes son lobotomizados para que asimilen una forma de ver el mundo en lugar de proporcionales herramientas para acercarse al conocimiento y la práctica científica. Los alumnos rebeldes tienen razón: esa forma de pensar empobrece al despreciar cualquier visión alternativa y rechazar todo cuestionamiento.
Hoy la revuelta de los estudiantes de economía se propaga. Los alumnos en la Universidad de Manchester, Inglaterra, han constituido una sociedad de economía post-derrumbe y a través de ella presionan para transformar el programa docente y enriquecerlo con visiones e interpretaciones alternativas. Han recibido miles de adhesiones y el ejemplo ha cundido: los estudiantes de Sheffield y Cambridge buscan activamente influir en el diseño del programa docente para introducir cambios. Hasta los estudiantes en algunas universidades en Estados Unidos han demostrado su descontento (véase la protesta contra el curso de Mankiw en la Universidad Harvard), aunque siguen siendo una minoría y su impacto es imperceptible.
No sólo se trata de abrir el espacio docente a visiones
alternativas. Eso es, desde luego indispensable. También habría que exigir se
cubra de manera detallada el fracaso de la teoría económica dominante. Ese es
el preludio a la crítica de la teoría económica.
Luis Messina
Comentario de Jimena Segura
El
artículo de La Nación “Crónicas marxianas: el regreso con gloria de los
clásicos” publicada el 13/4/14, hace eje en la mayor intensidad con la que se
discuten las ideas de Marx en el ámbito académico y periodístico a partir de
que las cosas “andan mal en la economía”. Según aparece en la nota, “en los
años dorados de crecimiento económico en occidente –el período de la Guerra
Fría- las ideas de Marx parecían equivocadas en tanto el desempleo era muy
bajo”. Las distintas voces que aparecen en el artículo
refuerzan la idea de una “moda” que haría renacer la teoría marxista frente a
un contexto de mayor desempleo y desigualdad.
El
marxismo surgió frente a una necesidad material que le dio existencia. Sólo
puede ser “una forma de entender la realidad” en tanto su mayor comprensión
implique una transformación de la misma para satisfacer la necesidad que se
impone. El desarrollo de todo concepto, idea, forma de entender, no surge de la
nada misma, surge de esa determinación. Es también por ello cómo el surgimiento
de la Economía Política como ciencia, y de sus principales conceptos a través
de los pensadores clásicos, pretendió responderse a cuestiones clave que se
imponían y debían ser resueltas a partir del surgimiento y maduración del modo
capitalista de producción. Cuestión que el marxismo se encargó de seguir
desarrollando, justamente dándole un marco histórico a tal necesidad.
La
capacidad del hombre de desarrollar una conciencia sobre su entorno, si bien se
diferencia en términos cualitativos de la del animal, es en vistas a la
posibilidad de que la humanidad a través de esa conciencia se apropie en mayor
medida de su medio, y, para ello, esa conciencia debe traducirse en el avance
de sus fuerzas productivas.
El
propio Marx aseveró que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de
diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Con esto aparecía la limitación de la propia interpretación en tanto persista
la enajenación del trabajo humano, lo que traba el desarrollo de estas fuerzas productivas
llegado a cierto estadio en su desenvolvimiento histórico. De aquí que el
marxismo es una guía de acción para la clase trabajadora, y es por eso que no
es ni una declamación, ni tampoco un conocimiento abstraído de su propia implementación.
La
acción transformadora de la clase obrera en vistas a la liberación de la
enajenación que le impone el capital, debe lograr vislumbrar esta diferencia, y
así comprender por qué un Ministro de Economía puede bien conocer al marxismo,
pero sin embargo poner un tope al salario de los trabajadores, a las
jubilaciones, y en definitiva poner el presupuesto público a merced de la
acumulación de capital.
Por
tanto el marxismo en esta comprensión-acción transformadora no quedó demodé en la época de la Guerra Fría,
como insinúa el artículo, porque su necesidad de ser continuó existiendo, tal
es así que fueron años en que se intensificó la persecución al marxismo, desde
lo académico hasta lo político, proliferaron en estos años las dictaduras, los
ataques a las conquistas de los trabajadores, los procesos de privatizaciones a
lo largo del globo, y se anexaron la URSS y China al esquema del mercado
mundial para rescatar la debacle del capital en occidente. Lo demodé tuvo una acción práctica desde
los estados, desde el capital.
Por
ello si el marxismo está de “moda” ahora, es porque simplemente se frustraron
los intentos de opacarlo. Los análisis teóricos alternativos no resolvieron
nada, lo que lograron fue justificar tal persecución, que se manifestó en que
la economía marxista sea marginal en todas las carreras de economía a lo largo
del globo.
El
marxismo está vigente en tanto exista la necesidad de la clase trabajadora de
liberarse de la enajenación del capital, por eso hace años que no dejó de
estarlo. Es la lucha de clases la que devela esta cuestión, y es esta misma
lucha de clases la que por momentos la distorsiona. Pero el motor del progreso
es la verdad, y la verdad es la afirmación de la necesidad de una mayor
libertad humana, de la eliminación de la explotación del hombre por el hombre. El
marxismo es esta verdad.
Jimena Segura
[1] En
ese momento la crisis capitalista comenzaba a sacudir a los países del sudeste
de Asia y durante el año siguiente se desplazó a Rusia y Brasil y sus coletazos
llegaron hasta la Argentina del 2001. La
fase actual, por el contrario, tiene su epicentro en el mundo desarrollado, los
Estados Unidos y la Unión Europea